En las vísperas del invierno de 1978, el bullicio de un pequeño poblado costero del NE de Córdoba fue silenciado por la imparable crecida de la laguna que, irónicamente, había facilitado años atrás el crecimiento de la localidad.
El ritmo cíclico de crecientes y bajantes es una característica de las cuencas endorreicas, y tal es el caso de la laguna de Ansenuza o Mar Chiquita. Pero ese año, la creciente lo tapó todo.
Muchos eligieron marcharse, pero los que se quedaron, empezarían la reconstrucción de Miramar, otra vez, a expensas del enigmático atractivo que rodean al espejo de agua.
El gran lago salado
La Laguna Mar Chiquita, también conocida como mar de Ansenuza (diosa del agua que habitaba la laguna según la leyenda de los pueblos originarios), es el cuerpo endorreico de agua salada más grande de Sudamérica y su extensión varía desde los 1.800 km2 en las épocas secas con bajo nivel, hasta más o menos los 5.000 km2.
El río Dulce, el principal río que lleva agua a la laguna, forma extensos humedales antes de la desembocar en la laguna. Hacía el sur, la enorme laguna y sus costas remotas, pintadas de rosa y rodeadas de bosques y pastizales forman un mosaico de ambientes con una rica y abundante biodiversidad.
Área natural protegida
La reciente creación del Parque Nacional Ansenuza protege este singular ambiente y a la laguna que le da vida a todo; pero la diversidad y la necesidad de protección ha sido reconocida desde hace décadas.
A mediados del siglo XX, el gobierno de la Provincia declaró a la laguna Mar Chiquita como área protegida y en la década de 1990 también fue reconocida como sitio de importancia hemisférica para las aves migratorias.
Desde mayo del año 2002, ha sido designada sitio Ramsar (Convención relativa a los humedales de importancia internacional especialmente como hábitat de aves acuáticas)
Pingback: Mes del senderismo Córdoba 2023 - Biota Sur